
Ángel Calvo y los Trenes de Larga Distancia culminan el que es su último disco de larga duración: S. XXI. Lo definen como un trabajo «maduro e introspectivo donde la dureza de la realidad se combina con melodías dulces»; lo que supone un brillante resumen de lo que, a fin de cuentas, es vivir.
Esta es la segunda vez que Ángel Calvo y Los Trenes de Larga Distancia aúnan sus fuerzas compositivas para traer al frente un particular universo capaz de unir lo fresco y lo cotidiano. Un universo compuesto por Ángel Calvo (voz y guitarra), Juan Antonio Franco y Marco A. Velasco (guitarras) Rafael Hernández (batería), Pedro David Pérez (bajo) y Salva Martínez-Artero (piano). El joven sello de Grabaciones Vistabella es el encargado de acoger a la banda, contando además con la ayuda de Murmullo Records para el lanzamiento de una edición física del LP. S. XXI ha sido grabado por Marco Velasco en el estudio El Miradoor y masterizado por Borja Pérez.
Presentaciones hechas, ahora sí: destapamos la botella para comenzar con S. XXI.
«No sé explicar el fuego que arde dentro»
La degustación del disco comienza con su homónimo «S. XXI». Una apertura honesta, sin artificios («Si ya lo sé, hay cosas que no entiendo») y con una melodía bailarina que nos invita a respirar, soltar y simplemente ser. El riff de guitarra también protagonista de esta composición marca, sin duda, la seña de identidad para el resto del viaje.
«Anticiclón» nos hace atravesar un espacio temporal hasta llegar a reminiscencias de ese pop brillante que se cocía al rededor de los 90 por la región y el país. Además, ahora el paisaje es distinto: anticiclón, niebla, Semana Santa y desamor; pero también sol, también hay lugar para un rayo de sol. La sonrisilla flotante de la que veníamos comienza a desvanecerse, y quizás se torna rígida, como «dibujada con cincel», pero sabemos que «es un disfraz»; y es justo ese pequeño recoveco la coordenada exacta por la que entra la luz.
«Dices que meto mucha letra en las canciones. Puede ser que es porque tenga algo que decir»
La tónica general que va atravesando a S. XXI es la creación de atmósferas casi sensoriales que nos hacen bajar de una estación a la siguiente. «No Me Digas» nos lo pone fácil con el olor a mojado, a azahar y a suavizante. Una combinación que es seña de identidad en la ciudad de Murcia durante los meses primaverales. Además, la canción se encuentra perfectamente acompañada por la enérgica línea de batería que nos sigue haciendo tamborear el suelo. Una enunciación al aire resuena en la canción: «No me digas que esto no es hermoso». Quisiéramos responder: no te lo vamos a negar en absoluto.
Un alto en el camino: el piano comienza a sonar y «Luz de Murcia Entre Tú y Yo» se cuela entre unos rasgueos de guitarra que ponen en marcha las vibraciones de lo agridulce. Con los ingredientes por excelencia que mantienen al género de la balada en pie, los juegos (o jugarretas) del amor salen a pasear, aunque siempre acogidos por la ciudad.
Sea como fuere, todos estos pequeños pesares dejan un rastro que, paradójicamente, nutre palabras ensombrecidas y vigorizan las ganas de hacer «otra canción pop». Así es como se llama la siguiente canción de S. XXI y estamos en el equipo: el pop también cura. Prueba de ello es «Carriles»; bandolina y güiro en mano, Ángel Calvo y Los Trenes de Larga Distancia se lanzan a la calle, al barrio, al «mercao». Haciendo un repaso por la geografía murciana (no sin cierta jocosidad), resaltan todavía más el brillo de sus raíces y, por consiguiente, las raíces de este nuevo trabajo.
«Los años 10 pasaron tan rápido como un tren»

El disco sigue hablando a cerca de los inicios y los finales, esa línea casi siempre confusa. Incluso en los cambios de siglo cuando todo parece encajar matemáticamente. «La Narrativa de la Última Bala» y «A-30» lo trasladan al plano amoroso, a los comienzos de una nueva narrativa; el forcejeo entre lo que verdaderamente es y la historia que comienza a desarrollarse dentro de nosotros. De esta manera llega el ansiado confort, lo hace de la mano de «Lo Que Queramos» y a dúo con Ana Cerezuela. La melodía de esta composición retorna de nuevo a la sensación de simplicidad y rendición a lo que es. Otro nivel, otra etapa y otro renovador ciclo al que se le da la bienvenida: «podemos hacer lo que queramos, yo te cubro la espalda, mi amor. Sé que ahora puedo hacerlo mejor».
«Si todo tiene un sentido no se lo voy a encontrar. Hay otros más listos que yo. Hay otros y menos mal»
Nos encontramos ya en la antesala del final y aparece «Elefante en la Habitación» para calmar una sed que no sabíamos que teníamos. Este tema recoge esencia punk y más rockera con un riff de guitarra en el minuto final de la composición que despierta sensaciones diferentes a lo que veníamos respirando con anterioridad. Un cambio que llega justo a golpe de campana y con toda la intención de cerrar con el broche final que implica «Canción Penúltima».
Esta última «Canción Penúltima» supone casi la gota Zen que colma este vaso lleno de emociones, viajes y aprendizajes. Pareciera que hemos hecho un largo trayecto ajeno que, al mismo tiempo, bien se podría identificar con el nuestro. Sin embargo, no hay jet lag ni mareos sino la convicción de que «todo encuentra su sitio conforme han pasado los años». Una lección que, con suerte, se saborea de tanto en tanto y que se encarga de suministrar una nueva dosis de alivio de la que iremos bebiendo hasta la llegada del próximo huracán emocional.
Lo diferencia es que ahora intentamos vivir en la convicción de que, pase lo que pase, «todo estará guay».