
Hay regalos que perduran en el tiempo. Cualquier objeto material puede acabar por perderse, romperse o deteriorarse, incluso por caer en el olvido. Pero lo inmaterial y abstracto causa el efecto contrario. Por mucho que los años pasen, el recuerdo siempre permanece intacto en la mente. Y, si en algún momento se pierde, el rescate es posible. La música también tiene ese poder inmortal. Y Dani Fernández lo conoce de sobra. “Como os he contado muchas veces, el único lenguaje que se me da bien es la música”, compartía en sus redes sociales.
Bajo el nombre de Solo tienes que avisar, ha dejado a su “futura persona favorita” el mejor legado que podía ofrecerle: una canción. Un par de estrofas compuestas por una letra cargada de emoción, ilusión, promesas e intenciones, que el cantante ha regalado en un acto de generosidad. Una mezcla de miedo y vértigo que se enfundan musicalmente con el agradecimiento, el deseo y la protección, y que nada tiene que ver con sus próximos proyectos musicales: “Es solo la vida abriéndose paso”, anunciaba en sus perfiles digitales.
“Os canto que me cambia la vida”, escribía para comunicar la publicación de su último sencillo y la inminente llegada de su primogénito. Un hecho que se ha vuelto habitual en el sector: ya lo hicieron Camilo y Evaluna con Índigo y Malú con Tejiendo alas. Una melodía fiel a su estilo es la hoja de ruta de un juramento a la valentía y al compromiso. Una carta abierta a los sueños y a la madurez que nace de un ritmo marcado por una voz desgarradora, unas guitarras cañeras y románticas, un tímido piano y una percusión que anuncia el desembarco de las primeras veces.
Una carta musical
Con un combinado de metáforas y en un acto de generosidad y atrevimiento -teniendo en cuenta lo reservado que es el artista con su vida privada-, Solo tienes que avisar destripa con caricias de sensibilidad todo lo que esconde el interior de un padre primerizo: “Ahora sí que siento vértigo y no te tengo delante”. Solo hay que pararse a escuchar cada frase de la canción para encontrar en ella todas y cada una de las palabras que alguna vez nuestros padres han proyectado sobre nosotros, y que ahora Dani Fernández transmite al bebé que espera junto a la cantante Yarea: “Pídeme, que voy a estar cediendo a todo lo que te haga disfrutar”.
“Cómo algo tan pequeño puede venir a salvarme”, canta. Porque sí, las personas, tanto si permanecen junto a nosotros, como si han puesto rumbo a otro viaje o aún forman parte de nuestro imaginario, son capaces de orientarnos en un naufragio, darnos la mano en momentos de bajón o tomar las riendas ante una tempestad. Hay amigos, familiares, parejas, o incluso todavía desconocidos, que actúan como un refugio sanador e imposible de olvidar. La música también genera ese efecto en quien la escucha. Una estela capaz de emocionar, atravesar las entrañas y ser recordada con el paso de los años. El poder de la inmortalidad.

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