Adiós Amores atraviesan nuestro corazón con su nuevo single “Doce navajas”

El dúo sevillano formado Ana Valladares (voz, guitarra y sintetizadores) e Iman Amar (voz y guitarra) siguen sorprendiéndonos con su característico sonido en este nuevo single grabado en el estudio La Mina.

Durante el año 2020, Adiós Amores irrumpió con muy buen pie en el panorama nacional gracias a su carta de presentación “Charlotte”. Conforme salieron a la luz sus diferentes singles,  fue una grata sorpresa encontrarnos con diversos elementos capaces de conectar nuestras sensaciones con algunos de nuestros “fetiches” musicales: el famoso movimiento Yé-yé nacido en Francia, los años 60 y 70, la dulce expresión de cantantes como Jeanette o Karina, la fresca nostalgia de grupos como Formula V o la psicodelia surfera de The Electric Prunes.

Incluso en la distancia, y con las dificultades que eso conlleva —más, si cabe, en estas circunstancias—, Adiós Amores ha encontrado la fórmula para seducirnos en cada canción: se trata de su habilidad para refrescar muchas de nuestras conocidas estructuras musicales del pop nacional. Jugar con la nostalgia es como una navaja de doble filo (no de todos los viajes al pasado sale uno intacto) y, aun teniendo esto en cuenta, es inevitable entrar al ruedo con ellas. Esperábamos este nuevo lanzamiento con ganas y al fin está aquí. Os presentamos «Doce navajas».

«Doce navajas tengo en mi cajón, cada una de ellas de distinto color, para combinarlas con mis vestidos y así poder llevar una conmigo»

Con estas líneas se descubre el pastel del single y se comienza a tejer una atmósfera de cierto suspense que enseguida nos abraza. Es la fusión perfecta entre el coloreado naive de las voces y la turbidez lírica y sonora a manos de los sintetizadores. Una experiencia bastante distinta a composiciones como «Cruz de navajas» de Mecano; una reminiscencia en la que muchos han reincidido tras la escucha de esta última canción de Adiós Amores. Sin embargo, nos ha gustado uno de los puntos que sí sobrevuelan a ambas: el roce con lo folclórico en su vertiente tradicional o costumbrista.

En este caso, parecen trasladarnos al perfil de «las malas lenguas» que transitaban y transitan por el historial personal de pequeños y tradicionales núcleos urbanos, donde, además, cabe destacar el rígido y preestablecido papel de la mujer. Poner un pie fuera del camino de «baldosas amarillas» podía transformarse en la puerta de entrada a un sendero de sombra y niebla cargadito de leyendas: «Ya se va cubierta de leyendas/ ya no saben de que hablar/ Ya se va y no quieren que vuelva/ Ya no es este su lugar».

La guitarra y cierta distorsión electrónica nos reconducen, siguiendo un paralelismo con las lentas y potentes pisadas del personaje, hacia el misterio que envuelve todo este viaje musical. Como con una red de arrastre, nos plantean un escenario ficticio que de alguna manera, y al mismo tiempo, sentimos cercano y latente. Quizás de la misma forma en la que sabemos que las leyendas se nutren de raíces insospechadamente profundas: «Con mis navajas quiero escribir/ sobre aquel cemento que aun está seco/ todo lo que no me atrevo a decir/ por si algún día te da a ti por leerlo».

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